Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
«Se han adueñado de mi corazón que vive solamente para ellos»: así hablaba San Daniel Comboni de los pueblos africanos, y a ellos les decía: «El más feliz de mis días será en el que pueda dar la vida por vosotros». El testimonio de este misionero «lleno de celo por África» está en el centro de la catequesis de la audiencia general de este miércoles en la Plaza de San Pedro, y para el Papa es una ocasión para reafirmar su preocupación por ese continente que todavía hoy es objeto de explotación y esclavitud.
Comboni en África, a la luz de las enseñanzas de Jesús, dice el Papa, tomó conciencia del mal de la esclavitud que “cosifica” al hombre. Y comprendió que hunde sus raíces en la esclavitud del corazón, «la del pecado, de la que el Señor nos libera». Y recuerda las palabras que pronunció en el encuentro con las autoridades de la República Democrática del Congo, en Kinsasa, el 31 de enero.
Como cristianos, por tanto, estamos llamados a combatir contra toda forma de esclavitud. Pero lamentablemente la esclavitud, así como el colonialismo, no es un recuerdo del pasado. Lamentablemente. En la África tan amada por Comboni, hoy desgarrada por tantos conflictos, «tras el colonialismo político, se ha desatado un “colonialismo económico”, igualmente esclavizador. (…). Es un drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar los ojos, los oídos y la boca». Renuevo por tanto mi llamamiento: «No toquen el África. Dejen de asfixiarla, porque África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear».
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