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Domingo de Pentecostés – ciclo ‘A’ -. Fray Marcos

DIOS ES ESPÍRITU, IMAGINARLO DE OTRA MANERA NOS LLEVA A LA IDOLATRÍA (Jn 20,19-23)

         Espíritu es el concepto más escurridizo de la teología. La Escritura no es de gran ayuda en este caso, porque las numerosas referencias al Espíritu, tanto en el AT como en el NT no se pueden entender al pie de la letra. Apenas podremos encontrar dos pasajes en los que tenga el mismo significado. El valor teológico lo debemos descubrir en cada caso, más allá de la literalidad del discurso. Algo está claro: en ningún caso en toda la Biblia podemos entenderlo como una entidad separada que actúa por su cuenta.

         Pablo aporta una idea genial al hablar de los distintos órganos. Hoy podemos apreciar mejor la profundidad del ejemplo porque sabemos que el cuerpo mantiene unidas a billones de células que vibran con la única vida. Todos formamos una unidad mayor y más fuerte aún que la que expresa en la vida biológica. El evangelio de Juan escenifica también otra venida del Espíritu, pero mucho más sencilla que la de Lucas. Esas distintas “venidas” indican que Dios-Espíritu-Vida no tiene que venir de ninguna parte.

         No estamos celebrando una fiesta en honor del Espíritu Santo ni recordando un hecho que aconteció en el pasado. Estamos tratando de descubrir y vivir una realidad que está tan presente hoy como hace dos mil años. La fiesta de Pentecostés es la expresión más completa de la experiencia pascual. Los primeros cristianos tenían muy claro que todo lo que estaba pasando en ellos era obra de Dios: Padre, Hijo y Espíritu. Vivieron la presencia de Jesús de una manera más real que su presencia física. Ahora, era cuando Jesús estaba de verdad realizando su obra de salvación en cada uno de los fieles y en la comunidad.

         Pablo dijo: sin el Espíritu no podríamos decir: Jesús es el Señor (1 Cor 12,3)”. Ni decir: “Abba” (Gal 4,6). Pero con la misma rotundidad hay que decir que nunca podrá faltarnos el Espíritu, porque no puede faltarnos Dios en ningún momento. El Espíritu no es un privilegio ni siquiera para los que creen. Todos tenemos como fundamento de nuestro ser a Dios-Espíritu, aunque no seamos conscientes de ello. El Espíritu no tiene dones que dar. Es Dios mismo el que se da, para que yo pueda ser lo que soy.

         Cada uno de nosotros estamos impregnados de ese Espíritu-Dios que Jesús prometió (dio) a los discípulos. Solo cada persona es sujeto de inhabitación. Los entes de razón, como instituciones y comunidades, participan del Espíritu en la medida en que lo viven los seres humanos que las forman. Por eso vamos a tratar de esa presencia del Espíritu en las personas. Por fortuna estamos volviendo a descubrir la presencia del Espíritu en todos y cada uno de los cristianos. Somos conscientes de que, sin él, nada somos.

Texto completo: Domingo de Pentecostés – ciclo ‘A’ – por Fray Marcos

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Manolo Fernández