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Aristóteles y la economía, valor de uso versus valor de cambio

Yueh Chiang/Shutterstock

Aida Míguez Barciela, Universidad de Zaragoza/ 26 marzo 2024 19:38 CET

Para Aristóteles, el fin de la vida humana es la vida plena. Hacer del dinero un fin es equivocar los fines. Dado que el incremento monetario es potencialmente ilimitado, la búsqueda de dinero abocará a la infelicidad crónica.

 

Partamos de que una cosa es justamente la cosa que es. Mi chaqueta negra, por ejemplo. Es valiosa por sus cualidades específicas: su color, su tacto, su abrigo. Las cosas tienen valor en razón de sus cualidades distintivas. La chaqueta no vale lo mismo que el billete de diez euros que me sirvió para comprarla. El billete de diez euros ni me abrigaría ni me serviría en realidad para otra cosa que no fuese comprar algo que pueda usar en mi vida cotidiana. Si las cosas tienen valor de uso, el dinero tiene solo valor de cambio.

Economía ‘incrustada’

En una situación en la que no existe el dinero en su definición estricta –y esta era la situación de la Grecia arcaica y clásica–, las cosas son valiosas porque se utilizan para un fin determinado: el cuchillo para cortar, la silla para sentarse, el vaso para beber, etcétera.

De hecho, una de las palabras griegas que puede traducirse por “cosas” es khrémata, substantivo correspondiente al verbo khráomai, que significa “usar”, “servirse de”. La riqueza consiste primariamente en las cosas que uso: esa y no otra es mi riqueza.

En la misma situación es posible que yo intercambie algún tipo de cosa con otra persona. Para sorpresa de un contemporáneo, ese intercambio no se produce mediante la compra y la venta, ni busca aprovecharse “económicamente”, sino establecer o reforzar vínculos entre personas o grupos de personas.

Se trata de la llamada economía del don: las cosas intercambiadas como regalos importan por su capacidad de enlazar a las personas. Quien recibe un don queda endeudado con el donante, lo que se traduce en una obligación de reciprocidad, lealtad y contraprestación. El intercambio expresa estatus: tanto más importante soy cuanto más puedo dar y más relaciones de obligación conmigo soy capaz de crear. Es una economía de prestigio: los dones expresan el prestigio personal del donante.

(…)

Por último, el comerciante que busca incrementar su cantidad de plata, ¿qué quiere exactamente? ¿No le ocurrirá lo que al rey Midas quien, en su afán de adquirir oro, perdió todo lo valioso que tenía alrededor? No podía abrazar a su hija, no podía comerse el pescado, ya que oro se hacía lo que tocaba.

Algo así de simple a nuestros ojos esgrime Aristóteles contra el comportamiento económico. El fin de la vida humana es la vida plena, la vida feliz. Quien hace del dinero, que es medio, un fin, equivoca el fin. Y dado que el incremento cuantitativo es potencialmente ilimitado, su búsqueda será fútil y su infelicidad crónica, pues felicidad es consumación final: tener ya bastante y no necesitar más.

Lo que repugna a Aristóteles del comerciante y prestamista es, en definitiva, que la idea misma de fin haya llegado a su fin.

Para seguir leyendo: https://theconversation.com/aristoteles-y-la-economia-valor-de-uso-versus-valor-de-cambio-225855?utm_medium=email&utm_campaign=Novedades%20del%20da%2026%20marzo%202024%20en%20The%20Conversation%20-%202920429663&utm_content=Novedades%20del%20da%2026%20marzo%202024%20en%20The%20Conversation%20-%202920429663+CID_3bf4056bd03805c048b63a836a59f362&utm_source=campaign_monitor_es


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Manolo Fernández