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2º domingo de Pascua B – 11 abril 2021: Echeverría

Hechos de los Apóstoles, 4, 32-35   —   1 Juan, 5, 1-6   —   Juan 20, 19-31

“Ver para creer” es un proverbio que aparece en las principales lenguas europeas: “Sehen ist Glauben”, “voire c’est croire”, “vedere per credere”, «ver para creer». Incluso aquellos que ignoran el Evangelio pueden decir: “Tú eres como Santo Tomás”. El marqués de Sade lo adoptó en una de sus citas más conocidas: « Voir c’est croire mais sentir c’est sûr » (Ver es creer pero sentir ese seguro”). Ver y sentir es lo que, según Juan, quería el discípulo Thomas: “Si no meto el dedo en el agujero de los cavos y no meto la mano en su costado, no creo”. ¿Pero por qué pensó Juan que debía contarnos este episodio?

En la época de Juan, todos, con algunas raras excepciones, creían en la existencia de seres sobrenaturales, y la creencia de que los «dioses» podían aparecer en forma humana estaba bastante extendida en la cuenca mediterránea. Así leemos en los Hechos de los Apóstoles cómo “La gente, al ver lo que Pablo había hecho, empezó a gritar en licaonio: «Los dioses han bajado hasta nosotros en figura de hombres.» A Bernabé le llamaban Zeus y a Pablo, Hermes, porque era quien dirigía la palabra.” Lo que, por otro lado, se consideraba imposible era que alguien que había vivido entre nosotros y como nosotros durante muchos años, que había tenido hambre y sed, había llorado y sufrido, había muerto y enterrado… pudiera ser «Dios» o «Hijo de Dios», por siempre viviente. De ahí la disyuntiva que preocupaba a algunos cristianos: Si Jesús de Nazaret era realmente especial, «divino», no podría haber sufrido como nosotros, y mucho menos morir en una cruz. Sólo había muerto en apariencia. Tal vez Dios lo había sustituido en el último momento por otro (una idea todavía presente hoy en algunos círculos musulmanes). Pero si Jesús fue como nosotros, aunque Dios lo hubiera “adoptado” (de ahí el nombre «adopcionismo» que se le dará a esta primera «herejía»), tuvo que ser entonces prescindible y desechable, incapaz de compartir con nosotros ninguna supuesta singularidad o divinidad. Esta es de hecho el pensar que Juan atribuye a los sumos sacerdotes: “Os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación” (Juan 11, 50).

Texto completo:  JOSE RAMON ECHEVERRIA MANCHO-2ºPascuaB


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Manolo Fernández